martes, 21 de abril de 2009

¿Dale que vos eras la decoradora y yo la dueña de casa?

- Hola señora, ¿cómo le va? – preguntó Martina.

- Bien, bien, ¿y usted cómo anda?- le contestó Amalia.

- Muy bien, ¿qué tal ese bebé? ¿Cómo se porta?-

- Ay, es un santo. No me llora nada.-

- No, pará, Mali, pido. Es re aburrido jugar a la señora. Ya no sé qué preguntarte. Vos re viva, porque tenés el bebote y podés hacer un montón de cosas. Yo no tengo nada, así cualquiera.

- Bueno, Martina, ¡¿qué querés?! No lo puedo dejar solo, pobrecito, ¿no ves que llora? Juguemos a otra cosa, pero yo lo tengo que tener. ¡Ah! Ya sé, juguemos a la mamá.

- Ay, no, eso es re aburrido. Siempre tengo que hacer yo de bebé y no puedo hablar nada.

- Ay, ¿ves Martina que al final no te gusta nada de lo que te digo? Es re aburrido jugar con vos. Bueno, Pedro, bueno, no llores.

- Amalia, dejá de zarandearlo, ¡es un muñeco! Y callate un rato, que estoy tratando de pensar.

- ...

- ¡Ah! ¡Ya sé! Vamos a hacerle un regalo a mamá. Vamos a decorar el jardín.

- ¡Uy, si, qué bueno! ¿Y qué podemos hacer?

- No sé, pero mirá esa pared del fondo, ¿no? Esa grande. Es muy blanca, ¿no te parece? Tendríamos que levantarla con algo, darle un poco de color.

- ¿Traigo las fibras?

- Ay, no Amalia, tiene que ser algo artesanal. ¿No te acordás como se enojó mamá el otro día cuando dibujamos la pared de la pieza? Nos puso en penitencia y todo. Tenemos que hacer algo que no parezca que lo hicimos nosotras, ¿entendés? Algo que pueda ser que lo hizo un grande. Podemos hacerle pintitas rojas, es re sobrio.

- Bueno, pero no entiendo mucho, ¿qué quiere decir artesanal? ¿Y qué es sobrio?

- No sé, después te explico. Ahora tenemos que trabajar.

- Bueno, podemos usar esas flores del borde, que tienen muchos pétalos rojos. Los apretamos contra la pared y quedan todas las pintitas rojas. Yo sé porque el otro día me guardé una flor en el cuaderno y cuando lo abrí estaba todo manchado de rojo. Un pétalo nos debe alcanzar para varias pintitas. Y con la cantidad que hay seguro llegamos a pintar toda la pared.

- Bueno, dale, vos empezá por esa punta y yo por esta.

 

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- Listo, a mamá le va a encantar.

- Vamos a esperar que llegue.

 

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- ¿Qué hacen las dos ahí sentaditas? ¿Qué se habrán mandado ahora? ¿Qué...? ¡Qué! ¡¡Qué hicieron!! ¡¿Qué le hicieron a la pared?! ¿Pintaron la pared con las fibras? Bueno, de última eso sale con agua, pero igual... Pero, ¿y mis geranios? ¿A ver esas manos? ¿Usaron los geranios para pintar la pared? ¡¿Pero a quién se le ocurre?! ¡Encima tenemos que entregar la casa en cinco días! Ahora, agarran un trapo húmedo las dos y lo limpian. Y después les digo cuál es su penitencia.

- ¡Fue idea de Martina mamá!

- ¡Callate Amalia, vos también querías!

- ¡Ah, lo único que falta ahora, que se peleen! Van y lo limpian. Las dos.

- (Uf, qué desagradecida. Encima que trabajamos toda la tarde... )

- ...

- Martina, ¡no llores!



 En el fondo, la dichosa pared; que de tan dichosa tan dichosa era la envidia de todas las paredes de todas las casas del mundo. 
(Esto es muy cierto)

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