lunes, 25 de mayo de 2009

No te mueras

Notemueras, le dijo su hija al costado de la cama, porque tuvo un segundo de aliento y no le alcanzó el tiempo para decir más. En la sala de hospital, Eldo respiraba y no despertaba, y no despertaba, y todos estaban, todos estaban. Dos vacas, dos terneros, tres gallinas, un carnero, dos ovejas, su perro laburante - el Pistola - dos caballos y la hija. 

- Mujer grande, cómo llora - comentó una gallina a la otra. 

- Y bueno Clivelia, cada cual hace lo que puede - la huesuda de plumas viejas hacía equilibrio sobre el abdomen de Eldo, y con el pico le acicalaba la herida, la costura recién hecha de la operación, de entre los hilos que se meten y salen - se meten y salen - de la piel papirosa del pecho del viejo gaucho. 

Los animales braman, balan, mugen, gritan. Su perro sólo lo miraba y le lamía los pies. Y Eldo no despertaba, no despertaba. 

- Notemueras.Yo no entiendo, yo no entiendo.  Cuando era chiquita me dijiste, me enseñaste, que las familias son unidas, que las familias se querían, que todas las familias felices. Y yo no entiendo, yo no entiendo. ¿Qué le digo yo a mis hijos? Notemueras, notemueras. Justo ahora notemueras, está todo tan mal.-

Las vacas estiraban su lengua y le lamían la cara, peinaban sus pocos pelos grises para un lado, le limpiaban los ojos. 

¿De qué habla esta mujer?, quiso saber el equino. Los hermanos se pelean, ¿no es esa la ley primera?, mugió un ternero, pero esa no se la acordaban. 

Y de pronto los animales callaron y don Eldo despertó. Ya todo era oscuridad en esa habitación de hospital. Don Eldo había estado operando a una vaca en sus sueños, para sacarle del vientre un ternero, y todavía se miraba las manos cluecas, duras. 

- Papi, ¿qué hacés?- ella era alegría y sorpresa. 

- Estaba operando una vaca, Tiquita, le hacía cesárea, yo era bueno.-

- Ya lo creo, hace diez años hizo mucho por mi.-

Don Eldo se dio vuelta y sonrió a la lechera. 

- Papá, quedate quieto, estás alterado. -

- ¿Acaso pueden estar todos estos animales aquí? Mirá, esta gallina me está picoteando los puntos del pecho.-

- Pa, ¿de qué hablás? Aquí no hay nadie. Estamos solos.-

- Su hija, don Eldo, estuvo llorando.-

- Si, está como perdida.-

- Dice que usted le mintió cuando chiquita.-

- ¿Es cierto eso don Eldo? ¿Es cierto?-

Los animales braman, los animales gritan. 

- Qué feo. A los chicos no hay que mentirles. Son chicos pero no boludos.- Clivelia ponía cara de ingrata cuando sermoneaba. 

- Shu, shu, ¡fuera de aquí! ¡Fuera de aquí! ¡Qué saben ustedes! ¡Bestias!- don Eldo se agitaba en su cama, se agitaba. Era grande y robusto, su agilidad había quedado en la sala de operaciones y su cuerpo le pesaba más que de costumbre. 

- Papá calmate, por favor, no pasa nada. Acá estamos solos.-

Don Eldo giró la cabeza con dificultad. Le costaba sacudirse el peso de las miradas de las bestias, bestias, bestias, que gritaban cosas horribles con sus silencios sepulcrales. 

Su hija lo contemplaba con ternura. Había paz en sus ojos, paz, como la calma que sucede al huracán. 

- Hija, ¿qué te sucede?-

- Nada papá, estoy contenta que hayas despertado.-

- Ella dice que usted la estafó, don Eldo, que la familia no es lo que usted le enseñó.-

Y entonces él le hubiera dicho tantas cosas. Que nunca le quiso mentir, no. Que se equivocó, si. Que él no sabía más de la familia de lo que sabía ella. Que solamente le expresó su deseo, y que no lo había podido cumplir. Pero todo eso ella no le hubiera creído. Lo habría tomado por loco, por tonto, o drogado. 

Entonces la miró con los ojos llenos, muy llenos, y habló. 

- No te preocupes, que así vas bien. 

Y ella, en el fondo, supo.

domingo, 24 de mayo de 2009

Papel

Ella espera cartas. Cartas de gente que le dijo que escribió. Y no llegan. Pero, ¿le dio bien la dirección? Si, le dio. Calle, número, código postal de letra-número-número-número-número-letra-letra-letra, localidad, partido, provincia. Todo todo. Con la mano derecha abre la puerta reja, da un paso, gira sobre su propio eje, al tiempo que cierra la puerta, abre la de la casita del correo. Nada. Esperar en un mar de palabras, esperar. 

El correo electrónico no es lo mismo, no. Con ceros y unos te cuento que ayer llovió, que estuvo bueno verte, que los merenguitos empalagan, que nos juntemos a comer pizza todos el domingo. Por carta te digo que te quiero y que te pienso. Y vos podés ver las curvas de las letras, la tinta amontonada en algunas vueltas y en otras no, la rugosidad del papel, las hebras diminutas - ¿las ves?- que no se pisotean siempre igual, no. Con tinta ves el proceso de mis pensamientos, las palabras que me cuesta escribir, los tachones. El papel habla de más.

Ella quiere escribir una carta de amor en su pecho. Usar su dedo en vez de birome, y en vez de tinta, su sangre, así desagota el corazón que se le inunda y no se muere ahogada en sus propias emociones.  

Él le dijo que su piel es como un papel. Que en su torso iba a dibujar constelaciones con sus pecas. Y se doblan y se juntan y hacen cisnes con dos hojas. Papel boligoma papel; y todo pega papel con papel. 

Él le dijo que la quería. Papel carbónico. Ella le dijo que también. 

Piedras

¿Ves como sos? Sos como una piedra, suavecita, que se deja acariciar. Si yo te hago mimo acá,¿ves? ¿Ves como te quedás? Te re gusta que te acaricie. 

¿Y viste como son tus ojos? Son como verde petróleo. Si los mirás a contraluz, tienen como líneas finitas amarillas. Y cuando vos me mirás así, con esa cara, y no me decís nada pero me decís todo, cuando pasa eso, listo, ya está. Yo me hipnotizo por el hueco negro de ese aljibe y me caigo al pozo sin fondo, y me creo que me querés. Te cuento una cosa. Te advierto, mejor. Si llego a tocar el fondo de ese aljibe, porque resulta ser que al final no era un pozo sin fondo, me rompo. Yo también soy como una piedra suavecita, ¿sabés? Si me rompo me vuelvo filosa y áspera. Y si me parto en mil pedazos allá, en el fondo del pozo casi infinito, voy a querer juntar todos mis pedazos de cristales rotos y tragarlos para morir. 

Tu corazón también es como una piedra a veces, ¿sabés? Si, cuando me ignorás sos así un poco. 

Yo colecciono piedras. Son chiquitas y de colores. Son bonitas, por eso las guardo. Me hacen acordar a los lugares que visito. Las guardo en una cajita de cartón corrugado, perfectamente cuadrada, que tiene un pato celeste pintado en una cara. Ahora vos sos la piedra más linda que tengo. 

Pero no me ignores. Hablame. Hablame por favor. Hablame. Te mando un mensaje intermental para que me hables. No te voy a hablar yo primero. Hablame. Hablame. Hablame. 

Hola bonita. 

=) Hola.

viernes, 1 de mayo de 2009

Mononucleosis, no. Mutación, si

¿Sabe qué doctor? Yo no creo que esto sea mononucleosis, no. Yo estoy mutando, doctor. Me estoy convirtiendo en sirena. ¿De qué se ríe? En serio le digo.

¿Si estuve viendo mucha televisión? Si, digamos que un poco. Pero no lo saqué de ahí, ¿eh? Aunque si aprendí muchas cosas. Por ejemplo, que las mujeres pueden tener los huesos frágiles. Y qué bueno que existe Ser Calci Plus, que te aporta la mitad del calcio que precisás, y así Claribel Medina no tiene que engordar. También aprendí que tendría que haber tomado Actimel, que ayuda a reforzar tus defensas naturales. Que mis dientes nos se sienten tan limpios, y es por la placa. Que el ochenta por ciento de las bacterias no están en mis dientes.

Pero no le hablo de eso doctor, no. Yo estoy mutando, ¿no se da cuenta? Para mí que estas pelotas que tengo en la garganta no son ganglios inflamados. Son los pulmones que se me están desplazando. Me van a salir branquias, ¿se da cuenta? Para respirar abajo del agua, porque me estoy convirtiendo en sirena. Estoy terriblemente agotada, aún cuando estoy tirada en la cama. Ir a la computadora y chequear mis mails se me vuelve un mundo. ¡Queda todo tan lejos en mi casa! ¿Sabe porqué es eso? Porque el aire me pesa. Necesito estar en el agua. Ese es mi ambiente natural. Mire mis dedos, ¿ve? Pronto me van a salir uniones. Y me duelen las encías. Es porque mi dentadura se está achicando. El otro día a la noche tenía un poco de hambre, pero poquito. Y el pastel de carne que había para comer no me provocaba ni un poco. Terminé comiendo dos palmitos, pero cortado bien chiquito. Eso lo puedo comer porque es blando, ¿entiende? Y yo creo que eso tiene que ver con mi mutación también. Si, porque las sirenas comen algas y mojarritas, nada de difícil digestión. Y otra cosa, ¿usted me escucha cuando hablo, doctor? ¿Ah, si? Bueno, entonces la voz debe ser lo último que cambia.

Entonces, digo, ¿para qué hacerme los análisis de sangre? Cuando me salga mercurio, doctor, todos se van a dar cuenta de lo que está pasando. Y me van a querer encerrar, ¿ve? Para hacer experimentos y poner a prueba mi mutación. ¿Es eso lo que usted quiere, doctor? ¿Eh? ¿Me quiere encerrar para hacerse rico con mi condición? Si, si, yo me voy a calmar. No, no, no, esto no tiene nada que ver con los 40° de fiebre que usted dice que tengo, no.

Si, bueno, yo me hago esos análisis de sangre de morondonga. Y cuando me salga mercurio en vez de glóbulos rojos hablamos, ¿de acuerdo? Va a ver que tengo razón.


* ilustración de Antis Dibuja