viernes, 3 de septiembre de 2010

Diálogo del futuro

¿Qué traés ahí, qué es eso? A ver, mostrame. Ah, mirá. ¿De dónde sacaste esto vos? Si, esta de acá soy yo, y la de ahí es tu tía. Esto fue una navidad en los noventa, yo tendría unos siete u ocho años. Ese señor grande es mi abuelo, el papá de la abuela. Y mirá, yo ni me acordaba de esto, pero habían sacado el bandoneón. Mi abuelo tocaba el bandoneón, y bueno, esa noche lo sacaron (lo tenía en una caja llena de polvo), yo no me acuerdo si tocó o no, pero me acuerdo que nosotros queríamos probar de tenerlo, ver si nos salía una melodía o si lo podíamos apretar, eso era. Tu tío, que es más grande, bueno él daban por descontado que iba a poder. A mi me dijeron que no, que era muy pesado y se me iba a caer. Pero yo insistí, entonces me senté en ese sillón que ves ahí y mi abuelo me puso el bandoneón sobre las piernas. Me acuerdo que pasé las manos por las correas, y con las puntas de los dedos trataba de llegar a las teclas. Eran redondas y amarillas, algunas creo que no andaban muy bien. Las manos se me cansaban, ¿ves que no llegaba ni a la mitad? Y ahí, antes de que me lo sacaran, lo apreté y sonó. Me puse re contenta, y en ese momento alguien habrá sacado la foto. Pilar no probó. Bueno, ella era más menudita. De chicas era siempre así, yo era la grandota. Después me estilicé. ¿Viste que la abuela nos vestía iguales? Pilar tenía el pelo cortito y yo así, largo. Esas vinchas rojas las había comprado mamá en Buenos Aires. La mía era más dura y me hacía doler la cabeza, pero sino no me sostenía la melena con nada.
No, yo, no sé. No, nunca lo escuché a Tocho tocar el bandoneón ahora que lo pienso. No. Creo que esa noche hablaron de eso y bueno, lo sacó. Pero me parece que dijo que no se podía usar más porque estaba viejo, no sé. Yo igual lo imagino tocando, casi como si lo recordara. O andando en moto, esa es otra. La abuela me contó que cuando ella era chica, Tocho tenía una moto. Pero que después del accidente la dejó de usar. Yo nunca vi la moto en el campo, pero me lo imagino igual con esa cara como la foto de él a los veinte, viste, la que tiene la abuela en el living, bueno, así lo imagino, yendo en moto por la ruta hasta el otro campo, en la Puma.
Lo queríamos tanto al abuelo. Él nos contaba cuentos, y también nos enseñó a andar a caballo y manejar. Tenía mucha paciencia y nos dejaba probar. Como en la foto, ves. Él te dejaba hacer, te miraba de cerca, pero te dejaba. A mi me enseñó a trenzar chinchulines y Facundo aprendió a cuerear. Y eso de manejar, es como te digo, él nos dejaba solos, eh. Se sentaba al lado y te iba diciendo, pero estabas solo frente al volante. Una vez, yo tendría diez años, íbamos con Pilar y el abuelo hasta el cuadro que quedaba pasando el molino. Y manejaba yo, la Toyota. Como era verano, Pilar quizo ir atrás, en la caja. Y yo, no sé porqué, arranqué, y aceleré derecho derecho. Tenía que doblar, y no sé porqué seguí. Mi abuelo me decía "Doblá, María, doblá ahora", con toda la paz del universo. Y yo seguí derecho y choqué contra un árbol. Me asusté. Era un árbol joven, se dobló y estaba medio metido abajo de la camioneta. Mi abuelo me dijo, con toda tranquilidad, eh, me dijo "Bueno, ahora si querés correte un cachito que voy a manejar yo". De atrás se bajó Pilar llorando, por supuesto. Se había golpeado creo. Pero Tocho jamás se enojó. Lo único que nos pidió a las dos es que no le contáramos a Dorita, nuestra abuela.
Y esa de ahí, no sé, debe haber sido una de las últimas navidades que pasamos todos juntos. Después... Después ya no.
Bueno, pero no traigas fotos viejas acá, que se pierden. O se ensucian, bonita, sabés. Ponela de vuelta donde estaba. Y si, puede ser, pero hay que comprar un portarretratos, y hay tantas fotos lindas de ahora, ¿no? Esta mejor guardala.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Aloe Vera

Fue un suspiro, y en él, un mundo.
Aquel no había sido un día común. Por empezar era enero, un enero muy frío, y la nieve aún no se derretía. Había salido al mercado a la mañana. Por accidente subió la mirada y vio en el cielo dibujada una cruz, dos estelas de aviones se habían cruzado en un punto, y ella pensó que el mundo se extinguiría. Que por ahí -por ese punto en la atmósfera- pasaría un cohete inmenso, una bomba nuclear disparada desde la Luna que fulminaría toda vida en la Tierra en un parpadear. Dijo que el mundo se iba a acabar.
Antes de dormir se frotó en las manos la crema que había comprado. De la fricción surgió un aloe vera, un olor aromado de abuela que se le metió en las fosas nasales y fue directo al cerebro.
De las manos agrietadas. Tus manos están rayadas. Y después de secar todo, de noche, viene a darte un beso antes de acostarse y huele a eso. A crema. Y el beso en mejilla es chiquito, modesto, y es pegotoso, porque la crema. Buenas noches.
Y a su abuela en realidad nunca le dijo abuela, y huele la crema y piensa "abuela".
Y huele las manos y dice "abuela", y se pone contenta porque recuerda la cocina, mosaicos blancos, cocina limpia, eneros veranos, mosquitos afuera, puerta abierta (tejido cerrado). Buenas noches bonita. Las manos estiradas. Las pulseras tintinean. Crema.
El remolino de la planta perenne de la familia de las Liliáceas le está revolviendo la materia gris; porque recordar es pensarlo todo, uno no piensa y olvida al mismo tiempo y bajo un mismo aspecto, no, no.
Porque una vez se lo dijo y eso bastó; se lo dijo, si. Lo recuerda. Tu papá es un hijo de puta. La noche el recuerdo la soledad. Qué te pasa, porqué comés así. Estoy mal. Bueno contame. Y una cosa llevó a la otra y le dijo tu papá es un hijo de puta.
Y luego siempre fue el acáandamos, que venido con el tono que viene mejor no la llamaba más. Y al acandamos siguió un no sé, ¿cuándo querrías venir vos? Y bueno llamame antes. No sé, no sé, es complicado.
Y huele la crema y piensa "abuela".
Crochet, cadeneta, medio punto, punto invisible, surcir, calado, dos agujas, tallarines caseros, arroz con leche, no vamos a ir a tu graduación, no sé si quiero que vengas, tu papá es un hijo de puta.
Ya de noche se sienta en la cama, turbada. El amor le pregunta: ¿qué te pasa? Ella dice que tiene calor, se da cuenta que ha transpirado; pero en verdad se pregunta si el destino alguna vez fue de ella.